Lo importante es que nosotros, como espectadores, sepamos distinguir qué vale la pena y qué no. Hay programas que se ven… y programas que se sienten como un golpe directo al pecho. Y hoy, querido lector, lo que tendremos en Imagen Televisión es lo segundo. A las ocho de la noche, El minuto que cambió mi destino se prende sin censura, sin guantes, sin vaselina, con un invitado que viene dispuesto a sacudir la comodidad de quienes creen conocerlo: Pee Wee. Y no, Pee Wee no trae un cuento de hadas. Olvídense de princesas, castillos y Mickey Mouse. Su vida no ha sido un paseo por Walt Disney World ni por Six Flags, sino una montaña rusa emocional llena de carencias, pleitos, traiciones y heridas que nunca se terminan de cerrar. Desde los 12 o 13 años ya estaba chambeando como profesional, mientras otros niños coleccionaban tazos o soñaban con vacaciones. Pee Wee se subía a escenarios buscando sobrevivir, buscando una salida. Y esta noche, por primera vez en mucho tiempo, abre la caja negra de su vida. En la entrevista cuenta cómo llegó a Kumbia Kings, cómo conoció a A.B. Quintanilla, y cómo ese mundo de éxito aparente era en realidad un campo de batalla. Pee Wee describe con pelos y señales las broncas entre A.B. Quintanilla y Cruz Martínez, pleitos fuertes, egos, decisiones que afectaban a todos, especialmente al más chavito del grupo: él. Pero lo más picante viene cuando se enfrenta a los rumores que han circulado sobre él en los últimos años. ¿Alcoholismo? ¿Excesos? ¿Inventos? ¿Chismes de redes? Pee Wee responde de frente y desmonta versiones como quien apaga incendios con gasolina. No se guarda nada. Esta entrevista va a incomodar a más de uno… y eso, señores, es televisión que sí vale la pena.   SE ADELANTA UN GRANDE DEL ESPECTÁCULO Mientras un hombre abre su corazón, el medio artístico también está de luto. Ayer nos cayó como agua helada la noticia del fallecimiento de Eduardo Manzano, nuestro querido Polivoz, a los 87 años. Un genio del humor, un histórico que nunca necesitó escándalos para brillar, un caballero del entretenimiento. Hoy, alrededor de la una de la tarde, Imagen Televisión retransmitirá la entrevista que tuve el privilegio de hacerle, una conversación que hoy duele más, porque se siente como despedida y homenaje. Los invito a verla. No siempre tenemos la fortuna de escuchar a un grande antes de que se vaya.   DEL SHOW A LA VIOLENCIA Y ahora sí, vamos a lo caliente, porque si algo está que arde —y no precisamente para bien— son los De Nigris. El reality en el que participan llegó a un punto en el que ya no es reality, ya no es entretenimiento… es simple y llana falta de respeto. ¿Qué pasó? Le cuento: durante la famosa pijamada de Aldito, estuvo presente doña Leti, la mamá de Poncho. Todo parecía bonito, familiar y simpático. Pero entonces aparece un luchador que trabaja con Poncho —uno que confunde “ser directo” con “ser corriente”— y suelta: “Pendeja”. Sí, así, con esa palabra. A una señora. En televisión. Perdón, pero eso no tiene ni justificación ni gracia ni madre. Y como la cosa no podía quedar ahí, Poncho —que a veces confunde el humor con el descontrol— le dijo entre “broma y broma” a su mamá que estaba enamorada de él. A ver, ¡por favor! ¿En serio? ¿Ése es el nivel? ¿Ése es el límite? ¿Hasta allá quieren estirar la liga? Una cosa es hacer contenido, otra cosa es buscar rating y otra cosa muy distinta es normalizar la falta de respeto, el insulto, el denigrar a una mujer mayor en cadena nacional. Eso no es show, no es formato, no es estrategia: es una vergüenza. Y si nadie lo dice, yo sí lo digo: la tele no debería permitir eso. Ni a De Nigris ni al luchador ni a nadie. Se vale jugar, se vale bromear, se vale competir. Pero lo que pasó ahí es reprobable. Punto. La audiencia ya no es tonta y no está dispuesta a consumir violencia disfrazada de entretenimiento.   TELEVISIÓN VIVA, ARDIENTE E INCÓMODA Hoy, mientras Pee Wee expone su vida, mientras despedimos a un gigante como Eduardo Manzano y mientras vemos cómo algunos realities pierden el rumbo, queda claro algo: la televisión está viva… y arde. Arde porque revela verdades, arde porque incomoda, arde porque a veces brilla, a veces quema. Pero lo importante es que nosotros, como espectadores, sepamos distinguir qué vale la pena y qué no. Por lo pronto, esta noche los espero. Porque Pee Wee no viene a cantar: viene a hablar, a sanar y a poner las cartas sobre la mesa. Y créanme… no se lo quieren perder.   Columnista: Gustavo A InfanteImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0 Lo importante es que nosotros, como espectadores, sepamos distinguir qué vale la pena y qué no. Hay programas que se ven… y programas que se sienten como un golpe directo al pecho. Y hoy, querido lector, lo que tendremos en Imagen Televisión es lo segundo. A las ocho de la noche, El minuto que cambió mi destino se prende sin censura, sin guantes, sin vaselina, con un invitado que viene dispuesto a sacudir la comodidad de quienes creen conocerlo: Pee Wee. Y no, Pee Wee no trae un cuento de hadas. Olvídense de princesas, castillos y Mickey Mouse. Su vida no ha sido un paseo por Walt Disney World ni por Six Flags, sino una montaña rusa emocional llena de carencias, pleitos, traiciones y heridas que nunca se terminan de cerrar. Desde los 12 o 13 años ya estaba chambeando como profesional, mientras otros niños coleccionaban tazos o soñaban con vacaciones. Pee Wee se subía a escenarios buscando sobrevivir, buscando una salida. Y esta noche, por primera vez en mucho tiempo, abre la caja negra de su vida. En la entrevista cuenta cómo llegó a Kumbia Kings, cómo conoció a A.B. Quintanilla, y cómo ese mundo de éxito aparente era en realidad un campo de batalla. Pee Wee describe con pelos y señales las broncas entre A.B. Quintanilla y Cruz Martínez, pleitos fuertes, egos, decisiones que afectaban a todos, especialmente al más chavito del grupo: él. Pero lo más picante viene cuando se enfrenta a los rumores que han circulado sobre él en los últimos años. ¿Alcoholismo? ¿Excesos? ¿Inventos? ¿Chismes de redes? Pee Wee responde de frente y desmonta versiones como quien apaga incendios con gasolina. No se guarda nada. Esta entrevista va a incomodar a más de uno… y eso, señores, es televisión que sí vale la pena.   SE ADELANTA UN GRANDE DEL ESPECTÁCULO Mientras un hombre abre su corazón, el medio artístico también está de luto. Ayer nos cayó como agua helada la noticia del fallecimiento de Eduardo Manzano, nuestro querido Polivoz, a los 87 años. Un genio del humor, un histórico que nunca necesitó escándalos para brillar, un caballero del entretenimiento. Hoy, alrededor de la una de la tarde, Imagen Televisión retransmitirá la entrevista que tuve el privilegio de hacerle, una conversación que hoy duele más, porque se siente como despedida y homenaje. Los invito a verla. No siempre tenemos la fortuna de escuchar a un grande antes de que se vaya.   DEL SHOW A LA VIOLENCIA Y ahora sí, vamos a lo caliente, porque si algo está que arde —y no precisamente para bien— son los De Nigris. El reality en el que participan llegó a un punto en el que ya no es reality, ya no es entretenimiento… es simple y llana falta de respeto. ¿Qué pasó? Le cuento: durante la famosa pijamada de Aldito, estuvo presente doña Leti, la mamá de Poncho. Todo parecía bonito, familiar y simpático. Pero entonces aparece un luchador que trabaja con Poncho —uno que confunde “ser directo” con “ser corriente”— y suelta: “Pendeja”. Sí, así, con esa palabra. A una señora. En televisión. Perdón, pero eso no tiene ni justificación ni gracia ni madre. Y como la cosa no podía quedar ahí, Poncho —que a veces confunde el humor con el descontrol— le dijo entre “broma y broma” a su mamá que estaba enamorada de él. A ver, ¡por favor! ¿En serio? ¿Ése es el nivel? ¿Ése es el límite? ¿Hasta allá quieren estirar la liga? Una cosa es hacer contenido, otra cosa es buscar rating y otra cosa muy distinta es normalizar la falta de respeto, el insulto, el denigrar a una mujer mayor en cadena nacional. Eso no es show, no es formato, no es estrategia: es una vergüenza. Y si nadie lo dice, yo sí lo digo: la tele no debería permitir eso. Ni a De Nigris ni al luchador ni a nadie. Se vale jugar, se vale bromear, se vale competir. Pero lo que pasó ahí es reprobable. Punto. La audiencia ya no es tonta y no está dispuesta a consumir violencia disfrazada de entretenimiento.   TELEVISIÓN VIVA, ARDIENTE E INCÓMODA Hoy, mientras Pee Wee expone su vida, mientras despedimos a un gigante como Eduardo Manzano y mientras vemos cómo algunos realities pierden el rumbo, queda claro algo: la televisión está viva… y arde. Arde porque revela verdades, arde porque incomoda, arde porque a veces brilla, a veces quema. Pero lo importante es que nosotros, como espectadores, sepamos distinguir qué vale la pena y qué no. Por lo pronto, esta noche los espero. Porque Pee Wee no viene a cantar: viene a hablar, a sanar y a poner las cartas sobre la mesa. Y créanme… no se lo quieren perder.   Columnista: Gustavo A InfanteImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0

Pee Wee destapa infierno, Manzano nos deja y Los De Nigris cruzan la raya: ¡La tele arde!

2025/12/06 14:01
  • Lo importante es que nosotros, como espectadores, sepamos distinguir qué vale la pena y qué no.

Hay programas que se ven… y programas que se sienten como un golpe directo al pecho. Y hoy, querido lector, lo que tendremos en Imagen Televisión es lo segundo. A las ocho de la noche, El minuto que cambió mi destino se prende sin censura, sin guantes, sin vaselina, con un invitado que viene dispuesto a sacudir la comodidad de quienes creen conocerlo: Pee Wee. Y no, Pee Wee no trae un cuento de hadas. Olvídense de princesas, castillos y Mickey Mouse. Su vida no ha sido un paseo por Walt Disney World ni por Six Flags, sino una montaña rusa emocional llena de carencias, pleitos, traiciones y heridas que nunca se terminan de cerrar.

Desde los 12 o 13 años ya estaba chambeando como profesional, mientras otros niños coleccionaban tazos o soñaban con vacaciones. Pee Wee se subía a escenarios buscando sobrevivir, buscando una salida.

Y esta noche, por primera vez en mucho tiempo, abre la caja negra de su vida. En la entrevista cuenta cómo llegó a Kumbia Kings, cómo conoció a A.B. Quintanilla, y cómo ese mundo de éxito aparente era en realidad un campo de batalla. Pee Wee describe con pelos y señales las broncas entre A.B. Quintanilla y Cruz Martínez, pleitos fuertes, egos, decisiones que afectaban a todos, especialmente al más chavito del grupo: él. Pero lo más picante viene cuando se enfrenta a los rumores que han circulado sobre él en los últimos años. ¿Alcoholismo? ¿Excesos? ¿Inventos? ¿Chismes de redes? Pee Wee responde de frente y desmonta versiones como quien apaga incendios con gasolina. No se guarda nada. Esta entrevista va a incomodar a más de uno… y eso, señores, es televisión que sí vale la pena.

  • SE ADELANTA UN GRANDE DEL ESPECTÁCULO

Mientras un hombre abre su corazón, el medio artístico también está de luto.

Ayer nos cayó como agua helada la noticia del fallecimiento de Eduardo Manzano, nuestro querido Polivoz, a los 87 años. Un genio del humor, un histórico que nunca necesitó escándalos para brillar, un caballero del entretenimiento. Hoy, alrededor de la una de la tarde, Imagen Televisión retransmitirá la entrevista que tuve el privilegio de hacerle, una conversación que hoy duele más, porque se siente como despedida y homenaje. Los invito a verla. No siempre tenemos la fortuna de escuchar a un grande antes de que se vaya.

  • DEL SHOW A LA VIOLENCIA

Y ahora sí, vamos a lo caliente, porque si algo está que arde —y no precisamente para bien— son los De Nigris. El reality en el que participan llegó a un punto en el que ya no es reality, ya no es entretenimiento… es simple y llana falta de respeto. ¿Qué pasó? Le cuento: durante la famosa pijamada de Aldito, estuvo presente doña Leti, la mamá de Poncho. Todo parecía bonito, familiar y simpático. Pero entonces aparece un luchador que trabaja con Poncho —uno que confunde “ser directo” con “ser corriente”— y suelta: “Pendeja”. Sí, así, con esa palabra. A una señora. En televisión. Perdón, pero eso no tiene ni justificación ni gracia ni madre. Y como la cosa no podía quedar ahí, Poncho —que a veces confunde el humor con el descontrol— le dijo entre “broma y broma” a su mamá que estaba enamorada de él. A ver, ¡por favor! ¿En serio? ¿Ése es el nivel? ¿Ése es el límite? ¿Hasta allá quieren estirar la liga? Una cosa es hacer contenido, otra cosa es buscar rating y otra cosa muy distinta es normalizar la falta de respeto, el insulto, el denigrar a una mujer mayor en cadena nacional. Eso no es show, no es formato, no es estrategia: es una vergüenza. Y si nadie lo dice, yo sí lo digo: la tele no debería permitir eso. Ni a De Nigris ni al luchador ni a nadie. Se vale jugar, se vale bromear, se vale competir. Pero lo que pasó ahí es reprobable. Punto. La audiencia ya no es tonta y no está dispuesta a consumir violencia disfrazada de entretenimiento.

  • TELEVISIÓN VIVA, ARDIENTE E INCÓMODA

Hoy, mientras Pee Wee expone su vida, mientras despedimos a un gigante como Eduardo Manzano y mientras vemos cómo algunos realities pierden el rumbo, queda claro algo: la televisión está viva… y arde. Arde porque revela verdades, arde porque incomoda, arde porque a veces brilla, a veces quema. Pero lo importante es que nosotros, como espectadores, sepamos distinguir qué vale la pena y qué no. Por lo pronto, esta noche los espero. Porque Pee Wee no viene a cantar: viene a hablar, a sanar y a poner las cartas sobre la mesa. Y créanme… no se lo quieren perder.

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