Cada diciembre, cuando llega el momento de armar el árbol de Navidad, la estrella que se coloca en la punta suele ser el último detalle y, para muchos, el más significativo. Aunque forma parte del ritual que se repite año tras año, su origen no siempre es conocido. Sin embargo, su historia se remonta a una de las escenas más emblemáticas de la tradición cristiana: la llegada de los Reyes Magos al pesebre.
La estrella que corona el árbol representa a la Estrella de Belén, el astro que, según los Evangelios, guio a Melchor, Gaspar y Baltasar hasta el lugar donde nació Jesús. En la tradición cristiana, ese brillo celestial simboliza la guía divina, la fe que ilumina el camino y la esperanza que marca el inicio de un nuevo tiempo.
A lo largo de los siglos, la imagen de la estrella se convirtió en un recordatorio del momento en que los Magos emprendieron su viaje para llevar sus ofrendas, un gesto que la Navidad moderna mantiene vivo en forma de decoración.
El significado de la estrella de NavidadAntes de la llegada del cristianismo, los pueblos del norte de Europa ya utilizaban árboles verdes durante el invierno como símbolo de vida y renovación. Con el tiempo, esta práctica convivió con la tradición cristiana y se convirtió en el árbol de Navidad tal como se conoce hoy. En sus primeras versiones, estos árboles se decoraban con velas que representaban la luz de Cristo. Pero, debido a los riesgos de incendio, las velas fueron reemplazadas por adornos y por una estrella.
Aunque en Argentina la mayoría de las familias arma el arbolito el 8 de diciembre, durante el Día de la Inmaculada Concepción, la tradición señala que la estrella debe colocarse recién en la noche del 24 de diciembre. Ese gesto marca simbólicamente el nacimiento de Jesús y funciona como el inicio espiritual de la Nochebuena.
En muchas casas, este momento se convierte en el cierre del ritual familiar, ya que alguien se sube a una silla, coloca la estrella y, con ese detalle final, el árbol queda completo.
En un principio, los alemanes decoraban los árboles con manzanas rojas, que representaban el fruto del paraíso y el pecado original. Luego fueron reemplazadas por esferas de vidrio y colores.
Antes eran velas. Su misión era recordar que Cristo es la “luz del mundo”. Hoy son un símbolo de fe, claridad y renovación, además de representar el espíritu festivo.
Evocan la unión familiar y la continuidad de los lazos. Para muchos, representan los dones del Espíritu Santo que envuelven al hogar.
Desde la Edad Media se usaban para anunciar buenas noticias. En Navidad simbolizan el anuncio de la llegada del Niño Jesús.
Son mensajeros de paz y protección. Colocarlos en el árbol simbolizan el cuidado divino sobre el hogar.
Originarios de Europa, su forma en “J” remite a Jesús o a un bastón de pastor, símbolo de guía y protección. Su color rojo representa la sangre de Cristo, y el blanco, la pureza.
Evocan los obsequios de los Reyes Magos y el acto de dar. Representan la generosidad y el amor hacia los seres queridos.
