Una de las últimas imágenes conocidas de Wallis SimpsonUna de las últimas imágenes conocidas de Wallis Simpson

Un rey abdicó por ella y una abogada la mantuvo aislada; el trágico final de Wallis Simpson, la mujer que cambió el rumbo de la realeza

2025/12/31 13:22

“Y vivieron felices por siempre”. Las historias de intrigas palaciegas de Wallis Simpson no terminaron el día que el rey Eduardo VIII abdicó por ella y cambió el rumbo de la monarquía británica. Detrás de una apariencia omnipotente, llena de lujos y frivolidad, la duquesa de Windsor vivió un calvario hacia el final de su vida. Impotente y aislada de un mundo que alguna vez la supo reverenciar.

La norteamericana Bessie Wallis Warfield fue la amante del rey, casada con Ernest Simpson, iba por su segundo matrimonio (el primero había sido con Earl Winfield Spencer Jr.) cuando conoció al príncipe Eduardo, duque de Windsor, y lo obnubiló. El Imperio Británico veía a su futuro rey paséandose entre la alta sociedad del brazo de una mujer casada.

El romance se volvió un tema de Estado. El deseo de Eduardo de casarse con Wallis, cuyos dos exmaridos aún vivían, fue considerado una crisis constitucional. Fue un punto de inflexión para quien fuera el rey Eduardo VIII desde el 20 de enero hasta el 11 de diciembre de 1936. Era el Trono o Wallis, y Eduardo no dudó: al abdicar obligó a su hermano menor, el duque de York (padre de la reina Isabel II), a tomar su lugar y convertirse en el rey Jorge VI. Fue allí cuando comenzó una vida en el destierro, en París, para los duques de Windsor.

Fotos biográficas Wallis Simpson

Los duques se casaron en 1937 y, tras un paso por las Bahamas, se instalaron, con más de 200 valijas, en una villa en Bois de Boulogne, París. Invitados por el Estado francés, vivieron en el palacete parisino -hoy conocido como Villa Windsor-, una vida de fantasía, a pura ostentación en plena Segunda Guerra Mundial.

Con sus joyas y vestidos de diseño, se decía que Wallis -quien siempre llamó al duque por su nombre de pila, “David”- no era reina, pero vivía y se vestía como una. En el exilio, la duquesa de Windsor no planeaba bajar su nivel de vida y era anfitriona de grandes fiestas y recepciones. Así pasaron los Windsor 35 años juntos, como centro de un círculo social que supo recibir a invitados como Cecil Beaton, Richard Burton, Elizabeth Taylor, y a la mismísima Maria Callas.

El rey Eduardo VIII abdicó para casarse con Wallis Simpson, una estadounidense que se había divorciado dos veces.

Una vida sin el rey: lejos del jet set y los lujos

Todo cambió tras la muerte del duque en 1972. Sin su protección, sin parientes de sangre y aislada de la Familia Real, Wallis Simpson quedó sola. En Gran Bretaña, tenía en su cuñada, Elizabeth Bowles, a una acérrima enemiga. La reina madre siempre culpó a la norteamericana por la mala salud de su marido, que falleció en 1952 tras suplantar a Eduardo en el Trono, y su hija, la reina Isabel II estaba al mando.

A Wallis le gustaba el lujo y el poder, pero el control de las finanzas siempre había caído en su marido de turno. Cuestionada y señalada como la causante de todos los males, la duquesa sabía que, al morir el exrey Eduardo VIII, quedaría en una posición vulnerable, a la deriva, así fue que confió en Suzanne Blum una de las abogadas más famosas de Francia. Simpson confió en Suzanne, de 74 años, las riendas de su vida y la convirtió en guardiana y representante legal. Era una figura dominante, Blum (Blumel en realidad), que se convirtió en la ejecutora de su testamento y se autodenominó amiga.

1964, los duques de Windsor posan en Villa Windsor para el fotógrafo Horst P. Horst en una edición especial de VogueLos últimos años de Wallis Simpson estuvieron lejos del ambiente de lujo y confort que supo conocer

La duquesa se apartó de la vida pública y se recluyó en el palacete del Bois de Boulogne. Lejos del jet set y de los lujos que la hicieron célebre, quien fuera una de las mujeres más importantes del mundo se encontraba confusa y con demencia.

La abogada, quien tenía la reputación de ser de las más duras de Francia, asumió el poder notarial sobre el patrimonio de la duquesa, llevaba el control absoluto de sus bienes y de su vida. Blum terminó aislándola de sus amigos cercanos y tomando el control total de la imagen pública de la duquesa. No se supo más de ella. Y, cuando muchos imaginaban a la elegantísima Wallis Simpson viviendo entre lujos y cuidados, la realidad cuenta que sus últimos años fueron un calvario, marcados por la decadencia mental y física.

Villa Windsor, el refugio de los duques en París, quien con los años quedaría en manos de Mohamed Al-FayedLa biopic en camino: Joan Collins, como Wallis Simpson, junto a Isabella Rossellini como la apoderada, Suzanne Blum

Una mariposa prisionera

Custodiada y recluida, sus amigos se olvidaron de ella. La otrora avasallante Wallis Simpson “se vio atrapada en una amenazante obsesión y control coercitivo a manos de Blum”, describieron sus biógrafos. Unos pocos accedían a estar con ella, entre ellos su asistente personal, Johanna Schutz, una joven suiza que había comenzado a trabajar para los Windsor en 1969 y era tratada como “la hija que la pareja nunca tuvo”. Fue ella quien, en una entrevista a The Telegraph, llegó a denunciar que la duquesa estaba “aislada y prácticamente secuestrada” por su abogada.

Sin su “David”, Wallis vivía en Villa Windsor, acompañada por sus perros de raza pug. Schutz se había convertido en su compañía, solía llevarla en sus viajes a los Estados Unidos y compartir con ella sus comidas. Sin embargo, de un año al otro, las cosas cambiaron drásticamente, Blum se hizo cargo del patrimonio y de sus asuntos legales. La duquesa de Windsor, que vivía del patrimonio de su marido y la manutención a cargo de la reina Isabel II, quedó envuelta en una entramada red de control.

El palacio, donde los Windsor solían celebrar grandes fiestas y recibir a célebres amigos, se convirtió en una prisiónLa duquesa de Windsor recibe la visita de la reina Isabel II, el duque de Edinburgo y el entonces príncipe de Gales. Fue apenas unos dias antes de que el duque de Windsor falleciera en Francia

Se dice que, tras su muerte, los Windsor deseaban que todo su patrimonio —pinturas, joyas, dinero e innumerables objetos de valor incalculable— fuera devuelto a Gran Bretaña. Un gesto que los habría reconciliado con la familia. Un deseo que Johanna Schutz confirmó: la duquesa deseaba que su magnífica colección de joyas y pinturas fueran devueltas a la Familia Real. Pero Suzanne Blum coaccionó a Simpson para que legara sus pertenencias a organizaciones francesas.

La duquesa de Windsor dejó todos sus asuntos legales en manos de la abogada Suzanne Blum

Fue un trabajo fino que Blum, una de las pocas personas con acceso a Wallis y al mundo exterior, se encargó de llevar a cabo. La abogada, quien era abiertamente antibritánica, la convenció de que el estado francés no veía la hora de sacársela de encima. “Blum realmente amenazó a la duquesa”, declaró Schutz. “Le dijo que el gobierno francés la obligaría a abandonar la casa, a menos que legara todo al Instituto Louis Pasteur. Era una amenaza total”. Una intimidación que, sabía, aterrorizaba a la duquesa. Desde que fueron desterrados por el rey, los Windsor vivían bajo la protección de Estado Francés, en Villa Windsor, una residencia libre de alquiler y de impuestos.

Poderosa y convincente

Simpson vio en Blum a una confidente. Después de todo, ¿cómo no confiar en ella, una de las abogadas más renombradas de todo Francia? Una mujer de mundo que había representado a grandes como la Warner Bros, MGM, Charles Chaplin e incluso a Rita Hayworth en su divorcio con el príncipe Aly Khan. Con la excusa de su delicada salud (para 1972 Wallis sufría de arteriosclerosis), Suzanne Blum le prohibía salir o reunirse con sus amigas.

Con la excusa de su delicada salud, Blum le prohibía a Wallis salir o reunirse con sus amigas

Wallis Simpson estaba lejos de adivinar la personalidad de Blum, quien fue descrita como una “figura satánica” y “maquiavélica” por algunos de los biógrafos de la duquesa.

En noviembre de 1975, Johanna Schutz intentó detenerla. La asistente personal de la duquesa trató de hacer que Wallis se mudara con ella a Nueva York y vivieran juntas en las Waldorf Towers. “Estábamos listas para partir, pero la duquesa sufrió una úlcera perforada por la excesiva preocupación que ejercía Blum sobre ella. Y ahí empezaron todos sus problemas. Después de ese momento, siempre estaba demasiado enferma para viajar o imponer sus deseos". El estrés y la úlcera fueron el inicio de su posterior deterioro físico (la duquesa sufrió una serie de accidentes cerebrovasculares, varias caídas y se habría roto la cadera dos veces).

Sin la protección de su marido, la duquesa de Windsor dependía de los manejos de sus apoderados para mantener su estilo de vida. Así posaba para HortsEl lujo de Villa Windsor fue decayendo con los años

Wallis fue tratada en el Hospital Americano, y, recién para mediados de 1976 pudo volver a la villa, que ya era una “ruina. Para 1978 la duquesa era una inválida, no podía hablar, moverse ni comer por su cuenta: debía ser alimentada en la boca por enfermeras. Incluso, la artritis en sus manos había hecho que la elegante duquesa ya no pudiera usar su anillo de casada y menos firmar documentos.

Wallis estaba enferma y en cama, sus sábanas completamente raídas, y controlada y aislada por la abogada que había hecho despedir al otro abogado, Sir Godfrey Morley, y a su secretario privado, John Utter. Las visitas a la villa también fueron prohibidas. Solo su médico y las enfermeras lograban acceder a la viuda del exrey.

Apoderada, confidente, ¿amiga?

Wallis Simpson, la mujer más famosa del mundo, sobrevivió catorce años a su esposo, y pasó sus últimos diez oculta de la vista del público. Blum había contratado a dos enfermeras y, Johanna Schutz relató cómo, bajo sus órdenes, estas debían mantener a la duquesa sedada y postrada en sus aposentos la mayor parte del día, así la duquesa no podría dar cuenta del estado de abandono total en el que se encontraba el palacete parisino. “La duquesa decía: ‘¿Por qué no bajamos a cenar a la biblioteca?’. Yo tenía que decirle: ‘Estás demasiado frágil. No hay calefacción’. Cualquier excusa para que no viera la verdad”. Y es que, además, Blum había impedido cualquier tipo de reparación en la mansión y la residencia lidiaba con goteras, ventanas rotas, corrientes de aire y humedad.

La renombrada abogada Suzanne Blum, señalada por biógrafos y allegados de Wallis Simpson

Además, con la duquesa sedada, evitaba que bajara, recorriera el lugar y detectara cuántas reliquias familiares habían desaparecido. Y es que, para 1977, la apoderada había comenzado a “vaciar” la residencia. Vendiendo pertenencias de los Windsor, joyas y obras de arte, piezas de valor patrimonial de los bienes de un rey del Imperio Británico. Como un juego de jarrones de Meissen que Blum vendió a Nathan Cummings por 100.000 dólares, todo sin el conocimiento de la duquesa.

Al notarlo, su asistente personal intentó intervenir de nuevo, Schutz informó de la situación al secretario privado de la reina Isabel II, sir Martin Charteris. La reina hizo que Charteris enviara a Francia un médico y a su abogado personal para redactar un nuevo testamento, pero Blum les prohibió el ingreso a la residencia. Elvire Gozin, quien fue su enfermera hasta los últimos días de la duquesa, en 1986, dijo que era “prisionera en su propia casa”.

Aquella movida de Schutz a espaldas de Blum generó que, en 1978, la asistente personal fuera despedida. La acusaron de “inestabilidad”, sin embargo, la asistente suiza afirmó que no la despidieron, sino que ella se negó a firmar un nuevo contrato donde tuviera que rendirle cuentas a Blum en lugar de a Wallis Simpson. Resignada, la asistente abandonó Villa Windsor. Johana Schutz aseguró que sus últimos años, su jefa “sufrió muchísimo” y que, al momento de dejarla, la duquesa estaba “senil y demacrada” y que ya no la reconocía.

Para 1981 un médico describió a Simpson como “un vegetal”. “Todos saben que desde hace siete años está postrada en cama, y ​​que solo la pueden llevar a un sillón frente a las ventanas para mirar los árboles y escuchar el canto de los pájaros”, declaró Suzanne Blum en BBC Timewatch en 1982.

La duquesa falleció sola y senil el 24 de abril de 1986, tenía 89 años. Gran parte de su fortuna, dinero por la venta de sus joyas y bienes, fue destinada al Instituto Louis Pasteur de París (un lugar con el que Wallis nunca tuvo conexión, se sospecha que fue elegido por albacea). Fue trasladada a Gran Bretaña y sepultada el 29 de abril en el cementerio real de Frogmore, en el castillo de Windsor, junto al hombre que renunció por su amor al trono más poderoso de su época. Diana Mitford, lady Mosley, una de sus pocas amigas, quien estuvo en el entierro, declaró: “En realidad no fue una vida en absoluto. Estoy encantada de saber que ha muerto. Ojalá hubiera muerto hace muchos años”. Blum no estuvo presente en el sepelio.

El calvario de los últimos años de Wallis Simpson se da a conocerHasta su muerte, la abogada se llamó

Una biopic en camino

Imparable, la manipulación de Blum sobre la duquesa Wallis continuó aun después de morir. En control de la propiedad intelectual, la abogada explotó su patrimonio. Quien se autodenominó “amiga y confidente de la duquesa”, para horror de sus íntimos (sobre todo Shutz, que afirmó que la duquesa esperaba que ese material se quemara, y la Corona), hizo publicar las cartas de amor de los Windsor. A supuestas instancias de Wallis, difundió intimidades como que ella intentó disuadir a Eduardo de abdicar, que ella no tenía planeado casarse y se autoproclamó historiadora de la familia Windsor. Una especia de “paga” por su tiempo y asistencia, donde nada dijo de aquellos últimos años en los que tuvo a la duquesa controlada y manipulada.

La enfermiza relación entre Blum y Wallis Simpson se convertirá en serie

Fue el libro de Caroline Blackwood, el que sacó a relucir aquellos días. Blackwood era una periodista de The Sunday Times quien, tras una entrevista fallida con Blum indagó sobre cómo era realmente la vida de aquella célebre mujer, una de las más glamorosas del mundo. Fue una de las pocas que logró acercarse hasta la Villa Windsor e intentó hablar con sus pocos habitantes. Armada con las respuestas de Blum, negando los hechos, sus silencios e incluso sus amenazas de demandas, escribió el libro The Last of the Duchess. Sin embargo debió esperar quince años (hasta 1994, que Suzanne Blum murió) para lograr publicarlo. Así de imponente era la influencia de Blum en la Justicia.

La historia llamó la atención de los productores que no tardaron en realizar la biopic “The Bitter End, la duquesa y yo”, con Joan Collins (quien a los 92 años interpretará a Wallis Simpson) e Isabella Rossellini en el papel de la intrigante abogada francesa Suzanne Blum.

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